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CHINATOWN (1974) dir. Roman Polanski

13 Aug

R. Polanski viene dando de qué hablar, en el cine por su trabajo y en los pasquines por su vida personal, desde los años cincuenta. Aquel espectador curioso y un poco desocupado que se dé un paseo por la obra de este director se encontrará una lista extensa que cubre temas como vampiros, piratas, segunda guerra mundial y adaptaciones de clásicos de la literatura. Esta entrada se sumerge dentro de ese mar de historias llegando hasta 1974 para desempolvar Chinatown, una película sobre un detective privado de esos que tienen su propia ley y cuyo caso no se quedará sin resolver. Una película de unas dos horas de duración cuya trama resulta tan intensa que hasta puede parecer corta, un filme bien trabajado que vale la pena disfrutar.

 

Supongo, y espero que no sea una de esas cosas que creo generales y son muy particulares de mí, que muchos tienen en su imaginario a un detective privado de corbata y sombrero, fumando en su oficina con las persianas cerradas y un teléfono de baquelita repicando. Esa imagen viene seguramente de la década de 1940, cuando hubo en Hollywood un auge de películas detectivescas que al final los críticos encasillaron bajo el nombre de cine negro. La historia de Chinatown sucede justamente en el año 1939 y ese detective del cine negro es el que retoman el libretista R. Towne, el director R. Polanski y el actor J. Nicholson para crear al detective privado J. J. Gittes. La película consiste en acompañar a Gittes, que se dedica a investigar casos de adulterio junto a sus dos asistentes, a través de un caso que comienza con una clienta pidiéndole que investigue las supuestas infidelidades de su esposo y termina involucrando al detective  en una trama de corrupción, asesinatos y depravación que tan solo se esclarece en un vertiginoso final. Un camino que incluye roces con la policía, acecho por parte de matones y una obsesión y lo más importante, una mujer que es por la única razón para que el protagonista se adentre tanto en el asunto.

 

Esta película tiene una gran recordación, por encima incluso de las grandes películas de los 40 cuando el género estaba de moda, y son varios los elementos para explicarlo. Lo primero que se puede observar es el trabajo de Towne con el guión. Una historia sólida que pasa de una supuesta infidelidad a un enredijo de corrupción en la ciudad de Los Ángeles y cuyas piezas solo se pueden unir cuando se escudriña hasta el fondo de la humanidad de los personajes involucrados. Una trama llena de giros en la que se van develando los muchos y divergentes ángulos de la historia a medida que el público pasa continuamente de un caso prácticamente resuelto a darse cuenta de que la investigación apenas está empezando. El otro pilar sobre el que se sostiene Chinatown es la empatía que se logra entre el espectador y Gittes, esto es producto de la excelente interpretación de un gran actor como es Nicholson. No se queda atrás F. Dunaway como la atractiva y obsesa mujer que enreda al detective más de la cuenta dentro del caso. Por último se debe aplaudir a Polanski que en su justa medida combina los elementos clásicos del cine negro, empezando por la recreación del periodo de los treintas, y le da unos toques originales como el exagerado vendaje en la nariz que utiliza Gittes después de ser atacado por un matón interpretado por el mismo director.

 

Chinatown es una película atrapante hecha por un director que no se encasilla en géneros ni en temas y cuya incursión en el mundo de los detectives resulta totalmente acertada. Gittes es un personaje de esos que no se olvida y la cara de ese Nicholson joven es la del clásico detective privado de mi imaginario.